Sexo retórico.

Recorro tu espalda larga como una autopista vertical a 100 besos por hora.
Y estaciono en las nubes de tu cuello. Miro hacia abajo y el vértigo es incontrolable. Pero me tiro en paracaídas sin pensar a tus pies de tiza que entre trazo y trazo, entre beso y beso se deshacen hasta las rodillas y se hincan en el suelo. Y así, los dos en el suelo jugamos a ser grandes y nos besamos como en las películas.
Te abrazo y ato mis manos para que no te suelten. Vos me peinás con tus dedos de pianista sin piano y se forman surcos de mentira, mientras te beso en el pecho, en el corazón, en el lunar.
Desatas el nudo de mis dedos para que pueda amarte la piel libre de tu panza y el oasis de tu ombligo.
Nos tiramos de bomba a la cama y nos buscamos entre las sábanas. Nos rozamos y coqueteamos con la idea de amarnos hasta que salga el sol o hasta que suene el teléfono. Agazapado, voy a buscarte como un puma a su presa. Me recibís como una rosa en primavera, e insaciables, nos hacemos el amor. Así, dulce y fuerte, como un trago interminable de Oporto.
Copas de lujuria más tarde, estamos ebrios de sexo. Morfeo e Hypnos se hartaron de nosotros y no podemos con hacer nada contra su voluntad. Obedientes, caemos rendidos.
Al otro día te despertás y me mirás dormir. Me besas y te echas sobre mi pecho, felíz.
Y yo sonrío en mis sueños viéndote verme.

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