Sexo retórico.

Recorro tu espalda larga como una autopista vertical a 100 besos por hora.
Y estaciono en las nubes de tu cuello. Miro hacia abajo y el vértigo es incontrolable. Pero me tiro en paracaídas sin pensar a tus pies de tiza que entre trazo y trazo, entre beso y beso se deshacen hasta las rodillas y se hincan en el suelo. Y así, los dos en el suelo jugamos a ser grandes y nos besamos como en las películas.
Te abrazo y ato mis manos para que no te suelten. Vos me peinás con tus dedos de pianista sin piano y se forman surcos de mentira, mientras te beso en el pecho, en el corazón, en el lunar.
Desatas el nudo de mis dedos para que pueda amarte la piel libre de tu panza y el oasis de tu ombligo.
Nos tiramos de bomba a la cama y nos buscamos entre las sábanas. Nos rozamos y coqueteamos con la idea de amarnos hasta que salga el sol o hasta que suene el teléfono. Agazapado, voy a buscarte como un puma a su presa. Me recibís como una rosa en primavera, e insaciables, nos hacemos el amor. Así, dulce y fuerte, como un trago interminable de Oporto.
Copas de lujuria más tarde, estamos ebrios de sexo. Morfeo e Hypnos se hartaron de nosotros y no podemos con hacer nada contra su voluntad. Obedientes, caemos rendidos.
Al otro día te despertás y me mirás dormir. Me besas y te echas sobre mi pecho, felíz.
Y yo sonrío en mis sueños viéndote verme.

Felíz navidad.

"Subí que te llevo."

"Adónde? A casa?"

"Vos subí."

"Adónde me vas a llevar?"

"Tres..."

"Dale, boludo."

"Dos..."

"Decime!"

"Me. Uno..."

"La puta madre! Ya está. Contento?"

"No. Falta. Abrochate el cinturón."

Era de día todavía y el camino no era el de siempre. Me moría por preguntarle, pero más me moría del sueño. Yo venía cansada de un día bastante jodido en el laburo. Imaginate! Si existe un día en el que odio completamente ir a trabajar es el 24 de Diciembre. Y no porque quiera estar con mi familia o algo por el estilo. Es más que nada, por no decir casi todo, gracias a las viejas que salen a las 6 de la tarde a comprarle el regalito al hijo, al nieto, al sobrino, al hijo de la nuera ("porque si le compro a todos, no lo puedo dejar mirando al pibe, viste?"). Y yo, una empleada de un local de ropa para hombres, adolescentes, niños, críos, pendejos, y qué se yo cuánto más definición de lo mismo pueda haber, me tengo que quedar como la Virgen María en el Pesebre postrada en mi puesto de trabajo hasta que a las viejitas se les ocurra, cual Estrella de Belén, rumbear en dirección hacia la puerta por la que entraron. Y después de que se van, tener que doblar remerita por remerita, pantalón por pantalón, cardigan (ese que la señora insiste en llamar "saquito") por cardigan, hasta dejar todo ordenado y que venga la última infeliz del día a hacerte sacar ooooootra vez exactamente lo mismo que acabas de guardar. Pff... Bueno, me descargué.
Fuera de tema, pero no menos importante, a esas alturas el asiento del auto me resultó bastante más cómodo que otros días, y me estiré como me estiro en la cama un domingo a las 3 de la tarde con el único propósito de acurrucarme de nuevo y volver a dormirme.
Cuestión, estaba yo muy cómoda en ese asiento ejerciendo de acompañante, pero no lo suficiente, ya que los 4 intentos por mudarme hacia atrás para hacer una siestita fueron sistemáticamente anulados por el conductor. Además, estaba el pequeño detalle de adónde corno me estaba llevando dicho conductor. Digo, ya eran las casi las 8 y para las 9 tenía que estar radiante para la cena inacabable y de rutina con mamá, el novio, la tía y la abuela, y el posterior desconche en algún boliche de la city. Evidentemente no iba a llegar.
Sí, ok. No está bueno cenar con la familia y que tu abuela te haga las mismas preguntas de siempre, y menos que mamá te pida antes de la cena "Sé buena con Roberto. Él te quiere mucho". Por ese lado, bien por esta situación, me dije.
Pero cómo le explicaba? Le mandaba un mensaje o la llamaba? Y qué carajo le iba a decir?
"No, mami. Estoy en el auto con el chico que te conté y me está llevando a ... adónde me dijiste, Sebas? Puff... dejá. Nada má, estoy yendo a cenar con la familia de Sebas y después salgo y..."
No! Horrible! No hay nada peor que te llame tu querida madre a las 00:05 (el trámite de beso nupcial en momentos de fiesta es clave, y sí, dura aproximadamente 5 minutos) para desearte una feliz navidad y que te llore por las penurias de la familia en el año, y que te prometa que todo va a ser mejor para la próxima. Y que te pase después a la tía, a la abuela, y al plomo de Roberto.
Decidí entonces que no le avisaba, a ver si terminaba antes y zafaba de todo puterío posterior.

"Dale, Sebastián. Adónde estamos yendo?"

"Conocés el término 'sorpresa'?"

"Sí, Sebas. Sé qué significa. Y vos sabés que no me gustan las sorpresas, no?"

"Sí. Pero a mi sí."

"Puto egoísta! Jajajaja!"

"Puto sí, pero egoísta? Jajajaja!"

"Sí, claro. Mirá para adelante, querés?"

Juro que en ese momento la intriga me carcomía los huesos. Y para peor, sabía que no me iba a contar. Sebas es uno de esos tipos que hacen lo que quieren, porque están seguros de lo que hacen. De esos que son capaces de hacerte tomar la sopa de arvejas que le revoleabas por la cabeza a tu abuela porque no te gustaban. De regalarte un vestido que si lo ves en la vidriera vomitás, y que cuando te lo ves puesto te queda divino.
Generalmente este tipo de personas son demasiado creídos y no los soporto. Claro, como saben que van a obtener lo que ellos buscan, ya te quieren pasar por arriba como alfombra de bienvenida.
Pero Sebas es mucho más simple que eso. Creo, jamás buscó la ostentación con esta cualidad grandiosa (digo, grandiosa porque a mí me gustaría tenerla! Pensá, si pudiera hacer un cuarto de lo que el hace siempre, me llevaría el cuadruple de comisión en el local! Me tendrían que echar por hija de puta! Jajaja). Nunca le ví el gestito en la cara de "te lo dije".
Y eso es algo que me atrae mucho de él. Sí, es carilindo, tiene un físico bastante cuidado y ya agarré a un par de guachitas que le relojean el culo con carpa.
Y no jodan con que "algo malo debe tener". Sí, lo tiene. Pero me chupa una teta y media. Ja!
El tema es que a mi me gana el Sebas del día a día. El pibe que cuando está "en algo" se le nota. El que cuando se interna a pintar en el cuarto tarda horas y horas en salir. Ese que, cuando lo espío, ni se da cuenta porque sigue superconcentrado en hacer lo que hace. Se puede caer el edificio abajo y el fantasma de él va a seguir pintando. No por despistado, sino por comprometido. Por convicción.
Y esa convicción contagiosa fue la que me llevó a no preguntar más como una nena de 6 años cuál era nuestro destino, para simplemente disfrutar del viaje.